Aunque aún existen dudas sobre la predisposición de Donald Trump a aceptar su reciente derrota electoral, Joe Biden será con toda probabilidad y a partir del próximo mes de enero el nuevo presidente de los Estados Unidos. Los próximos años de administración demócrata en la Casa Blanca implicarán muchos cambios con respecto a la anterior etapa, por eso en MotorOK compartimos los principales cambios que se esperan en el sector de la automoción estadounidense bajo el mandato de su nuevo líder.
El principal desafío que acecha a la automoción mundial en estos momentos es el progresivo crecimiento e integración de los nuevos modelos eléctricos dentro del parque rodante de los distintos países. Trump no ha tenido ninguna prisa en impulsar este tipo de vehículos y ha preferido atar en corto la apuesta por los combustibles fósiles con unas políticas efectivas en cuanto a generación de empleo y que han logrado mantener las ventas en un momento tan difícil como el actual. No obstante, su esencia cortoplacista y en absoluto dedicada a la contención de emisiones contaminantes hacen necesario un cambio de política.
Por el contrario, la campaña de Biden ha estado marcada por fuertes compromisos en este terreno. El futuro presidente se ha comprometido a gastar miles de millones de dólares en aproximadamente medio millón de estaciones de carga eléctrica para el país, así como la renovación de la flota gubernamental por coches eléctricos. También la financiación de la investigación del desarrollo de baterías o ponerles más fácil a fabricantes de vehículos y de componentes la reorganización de sus fábricas para que sigan avanzando en materia eléctrica. El demócrata también ha apostado por restaurar la ya expirada deducibilidad fiscal de 7.500 dólares de ayudas a la compra de vehículos eléctricos y ha asegurado que los desplazamientos en las grandes ciudades deben tener en cuenta la micro-movilidad. Así pues, llega el turno de pasar de las promesas a los hechos.
Esta misma idea de impulsar una movilidad más ecológica es la que debe servir, además, para reindustrializar zonas tan castigadas como Michigan, antaño una de las capitales de la automoción mundial. Trump llegó a la presidencia con unas promesas sobre recuperación de empleo industrial, acusando a México de ser responsable de parte de esa fuga de trabajo, que tras casi cuatro años se han quedado en eso: promesas. Esa es la razón por la que territorios como Michigan, Wisconsin o Pensilvania hayan dado la espalda al magnate «yankee» tras haber creído en sus promesas cuatro años atrás.
Ahora, el partido demócrata recupera de nuevo la confianza de ese electorado y todo parece apuntar que los planes del futuro gobierno pasan por la generación de empleos en nuevas cadenas de valor que permitan depender más de las capacidades nacionales que de las importaciones chinas. Por ejemplo, una cadena de suministro de litio que permita la fabricación de baterías de vehículos eléctricos, así como de teléfonos móviles, armas y otras tecnologías.
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