Cuando un usuario lleva su vehículo al taller para ser reparado, lo que desea es que vuelva a tener el mismo aspecto del primer día y que no sea posible reconocer dónde había un daño, ni en el momento de la entrega… ni meses después.
Una reparación, además de parecer correcta, tiene que serlo. Hacer que el coche reluzca al salir del taller es una tarea relativamente sencilla, a poco que el profesional de turno tenga cierta destreza. Otra cosa bien distinta es conseguir que el trabajo realizado deje el vehículo tal y como salió de la fábrica, algo que solo es posible utilizando productos y componentes de primera calidad.
Los profesionales de la reparación de la carrocería del automóvil son plenamente conscientes de ello. Hoy en día las tolerancias en la construcción de vehículos son extremadamente pequeñas, de manera que cuando ha de sustituirse una pieza dañada, la nueva ha de cumplir escrupulosamente con las medidas y las características marcadas por el fabricante. De lo contrario, ese paragolpes que se está tratando de montar –o cualquier otra pieza- no se ajustará como debe, lo que obligará en muchas ocasiones a perder tiempo para adaptarlo, o incluso forzarlo para que encaje, generando una tensión indebida en el material, tanto en la zona visible exterior como en los puntos de sujeción. También perjudica el uso de una materia prima muy frágil o una imprimación deficiente. Las consecuencias, con un poco de mala suerte para el cliente, no se percibirán cuando se lleve su coche, pero es muy probable que más pronto que tarde acaben saliendo a relucir, en forma de roturas que se producen con demasiada facilidad, o pintura que salta a los pocos meses o incluso semanas. Pocas veces se achacará a un defecto de la pieza, pero el resultado será en cualquier caso que el cliente, sea el propietario del vehículo o la aseguradora que ha pagado la reparación, saldrá perjudicado.
La calidad de las piezas, pues, es fundamental para conseguir que un automóvil recupere su estado original, y la función de un fabricante es proporcionar al buen profesional los componentes que le permitan conseguir ese resultado, y que el mismo permanezca en el tiempo. Un producto bien hecho es aquel que se ajusta mejor a las características marcadas en el diseño original y, en ese sentido, los paragolpes y otras piezas de plástico para la carrocería de PHIRA cumplen escrupulosamente con estos requisitos. Contar con la certificación ISO 9000/2000 que evalúa todos los procesos fabricación y control de calidad las piezas, así como la labor del departamento de I+D propio, en el que se invierte el 20 por ciento de la facturación de la empresa, son algunas de las principales claves para conseguir el estándar de calidad necesario de los recambios que producimos en PHIRA, avalado asimismo por las numerosas certificaciones de Centro Zaragoza y el TÜV alemán.
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