El martes 15 de noviembre de 2016, la multinacional alemana Robert Bosch cumplió sus 130 años de vida. Fundada en 1886 bajo el concepto ‘Taller de Mecánica de Precisión e Ingeniería Eléctrica’, mucho ha transcurrido desde entonces. De estar al borde la bancarrota en 1892, con la madre de Bosch garantizado personalmente los prestamos bancarios a su hijo, a la gigantesca magnitud que en la actualidad posee el grupo: 375 mil trabajadores en todo el mundo y unas ventas anuales de 70.600 millones de euros. Una historia de éxito que sin duda merece un breve repaso.
Inspiración de los EE.UU.
A la edad de 23 años, Robert Bosch se aventuró a cruzar el Atlántico, viajando a los Estados Unidos para trabajar con Edison y ampliar así sus conocimientos sobre ingeniería eléctrica que, por aquellos años, estaba más desarrollada en Estados Unidos que en Europa. Bosch contaba con poder utilizar sus nuevos conocimientos para establecer un prometedor negocio a su regreso a Alemania.
Sin miedo al fracaso
Deseoso de entrar en acción, el joven Robert Bosch regresó a Alemania y estableció en Stuttgart su ‘Taller de Mecánica de Precisión e Ingeniería Eléctrica’, el 15 de noviembre de 1886. Sin embargo, la euforia inicial fue seguida por una tremenda frustración. La lenta expansión del suministro eléctrico en Stuttgart hizo que el negocio de ingeniería eléctrica tardara tiempo en despegar. Bosch se encontraba al borde de la insolvencia. Con algunos pedidos de pequeños clientes fue capaz de mantener viva su empresa. Incluso con la red eléctrica pública en funcionamiento, el éxito que esperaba no llegaba a materializarse. Los clientes se encontraban menos receptivos a las innovaciones de ingeniería eléctrica de lo que esperaba. Pero nuestro protagonista no perdería la paciencia, y siguió buscando nuevas oportunidades de negocio.
Una chispa de ingenio
1897 bien puede ser el año más importante en la historia de la compañía. Ese año marcó el comienzo del ascenso de Bosch a la categoría de suministrador global.
Desde 1887, la compañía había estado fabricando dispositivos de encendido para motores estacionarios para generar energía eléctrica en edificios. En 1896, había construido en total unos 1.000 dispositivos de este tipo. Pero su negocio permanecía estancado. Un año más tarde, esto iba a cambiar. Un cliente le pidió que desarrollara un dispositivo de encendido que pudiera ser utilizado en un motor de gasolina – un dispositivo de encendido que no había existido hasta entonces. ¿Imposible? Bosch pidió a su director de fábrica, Arnold Zähringer, que mejorara y refinara los dispositivos de encendido existentes. Era un riesgo enorme, pero para él significaba el paso decisivo que debía dar para convertirse en un industrial. Y así sería, porque el encendido por magneto resultó ser el único sistema fiable para los automóviles. Con el automóvil disfrutando de un éxito sin precedentes después de 1900, Bosch también se convertiría en una compañía global. En los primeros cinco años,vendió 50.000 aparatos de encendido. En 1912 ya había vendido 2 millones.
100 empleados… ¿máximo?
El enorme éxito de la magneto de encendido fue algo que Robert Bosch no se esperaba. Cuando tomó la decisión en 1900 de construir su propia fábrica, pensó en contratar a alrededor de 200 trabajadores. En ese momento, empleaba a 30 personas y estaba considerando alquilar parte del nuevo edificio. Él asumió que su compañía no iba a crecer más allá de 100 empleados. Se equivocó: apenas ocho años más tarde, Bosch empleó a más de 1.000 trabajadores.
La pronta internacionalización y los nuevos campos de actividad
Como emprendedor vigilante y con visión de futuro, Bosch consideró el éxito de su magneto de encendido con cierto escepticismo. Consciente de que su empresa dependía de un solo producto, abrió nuevos mercados en todo el mundo. A partir de 1908, sus sistemas de encendido estaban disponibles en todos los continentes. Esto ayudó a la empresa a crecer y allanó el camino para que Bosch se convirtiera en un nombre internacional. Logró estabilidad a largo plazo mediante productos adicionales para el automóvil, así como herramientas eléctricas, electrodomésticos y tecnología industrial.
Esta capacidad de adaptación para garantizar la supervivencia de la empresa al entrar en campos completamente nuevos, pero también saber retirarse a tiempo de los negocios deficitarios, es uno de los denominadores comunes clave que se puede observar a lo largo de la historia de la empresa.
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