La dirección del vehículo es un mecanismo imprescindible porque orienta las ruedas para así tomar la trayectoria deseada con solo mover el volante. «El sistema de dirección es un sistema de seguridad que además se interrelaciona con otros elementos del vehículo, como los amortiguadores y los neumáticos. Por ello, debe estar en perfecto estado ya que de él dependen cuestiones como el paralelo de las ruedas delanteras, el desgaste uniforme de los neumáticos y la estabilidad del vehículo, tanto en curva como en frenado», advierten desde ‘Elige calidad, elige confianza’ (ECEC), iniciativa formada por una veintena de fabricantes de componentes adheridos a Sernauto, que abogan por el mantenimiento responsable para impulsar la seguridad vial. En un nuevo contenido de interés para talleres y automovilistas, ECEC ha compartido los principales síntomas de un sistema de dirección en mal estado.
«Si el volante vibra o si se suelta en una recta y el vehículo se va hacia un lado, lo más recomendable es acudir al taller y someter el vehículo a revisión», aconsejan. Otras señales que también suponen indicios de que algo comienza a fallar son: ruido excesivo al circular en una zona de baches; conducción molesta, con vibraciones y sacudidas; rebotes excesivos; volante descentrado; o llantas que se desgatan de forma dispar. Asimismo, si no se perciben ninguna de estas señales «es importante seguir las recomendaciones del fabricante sobre cuándo es momento de revisar el sistema de dirección», añaden desde la iniciativa.
Cuándo sustituir un sistema de dirección
Los sistemas de dirección son componentes del vehículo especialmente relevantes para la seguridad, por eso muchos fabricantes los desarrollan basados en altos estándares de calidad y fiabilidad. Así, en la mayoría de los casos, están diseñados para durar toda la vida útil del vehículo. No obstante, las piezas de fijación tales como los tirantes y los fuelles pueden dañarse o desgastarse y deben sustituirse. Sin embargo, los sistemas de dirección completos solo suelen tener que sustituirse en caso de accidente o de sobrecargas mecánicas que afecten a su funcionamiento.
De este modo, deben sustituirse si aparecen signos claros de averías y daños. Esto incluye:
- Ruidos inusuales, fugas hidráulicas, así como esfuerzos mayores e irregulares necesarios para realizar las operaciones de dirección.
- Si hay daños visibles en el mecanismo de dirección, incluido el ennegrecimiento o decoloración de la carcasa, causados por sobrecalentamiento.
- Cuando los conectores de la unidad de control de los vehículos equipados con sistemas de dirección eléctrica (EPS) están dañados o si presentan grietas finas.
- Si existen deformaciones o grietas duraderas en los componentes circundantes o conectados.
Además, también deben sustituirse en caso de dudas sobre su correcto funcionamiento debido a sobrecargas mecánicas pasadas. Esto suele deberse a influencias externas, como accidentes o maniobras de conducción con fuerzas extremas que actúan sobre el sistema de dirección.
Para los talleres es difícil realizar diagnósticos sobre daños internos en los engranajes de dirección, ya que solo los fabricantes pueden realizar una comprobación adecuada de los componentes internos de transmisión de fuerza de los sistemas de dirección de piñón y cremallera. «Los posibles daños solo pueden deducirse indirectamente, por ejemplo, analizando los componentes circundantes», explican desde ECEC, que advierte que siempre que no pueda excluirse la posibilidad de daños en el sistema de dirección, este deberá ser sustituido.
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